Comportamiento de la Fachada Ventilada en Verano e Invierno
Verano:
Durante los meses más cálidos, el sistema de fachada ventilada desempeña un papel crucial en la reducción de la carga térmica sobre el edificio. Parte del calor radiante proveniente del sol es reflejado directamente hacia el exterior por la piel externa del sistema. La porción de calor que logra penetrar en la cámara interna activa el llamado efecto chimenea: el aire dentro de la cavidad se calienta, asciende debido a su menor densidad, y por diferencia de presión, se genera una succión que introduce aire más fresco desde la parte inferior de la cavidad. Esta corriente continua de aire en movimiento evita que el calor se acumule, renovando constantemente el aire dentro de la cámara y evitando que la temperatura elevada alcance la superficie del edificio. Como resultado, la estructura permanece protegida del sobrecalentamiento, lo que contribuye a mantener un ambiente interior más fresco y confortable sin necesidad de un uso excesivo de sistemas de climatización.
Invierno:
En los meses más fríos, el comportamiento de la fachada ventilada cambia de manera significativa. Dado que en invierno el aire exterior no proporciona calor que impulse el movimiento dentro de la cámara, el aire en su interior permanece prácticamente estancado, sin circulación significativa. Este aire inactivo actúa como una capa aislante adicional, reduciendo las pérdidas de calor del edificio hacia el exterior. Al no existir el efecto de convección que se produce en verano, el sistema contribuye a mantener el calor generado en el interior del edificio, mejorando la eficiencia energética y garantizando un mayor confort térmico. De este modo, el sistema de fachada ventilada ayuda a conservar el calor acumulado, disminuyendo la necesidad de calefacción artificial.
Eficiencia Térmica Todo el Año:
Este ingenioso diseño garantiza un confort térmico óptimo durante todo el año. En verano, la fachada ventilada mitiga los efectos del calor mediante la renovación continua del aire dentro de la cámara, evitando el calentamiento excesivo del edificio. En invierno, en cambio, la fachada actúa como una barrera protectora que conserva el calor y minimiza las pérdidas energéticas. Esta capacidad de adaptación a las condiciones climáticas de cada estación asegura una temperatura interior estable y confortable, al tiempo que optimiza el rendimiento energético del edificio, reduciendo la necesidad de recurrir a sistemas de calefacción y refrigeración, lo que resulta en un menor consumo energético y, por ende, en un menor impacto ambiental.